«Hace
dos semanas se filtró a la prensa un borrador del último informe del
Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC). Se trata de un
documento preliminar, pero el mensaje es claro: el riesgo de provocar
daños severos e irreversibles sobre el clima es real y urge reducir de
manera drástica las emisiones de gases invernadero. Este llamado de
atención de los científicos contrasta de manera brutal con el desinterés
de los gobiernos y grandes corporaciones que dominan la economía
mundial.
La versión final del documento filtrado deberá discutirse
en una conferencia en la sede de Naciones Unidas en Nueva York el 23 de
este mes. Convocada por Ban Ki-moon, esa reunión deberá reunir a
líderes de gobierno y del sector privado para discutir
acciones concretasorientadas a disminuir las emisiones en el corto plazo. Pero parece que muy pocos jefes de Estado y gobierno asistirán. Eso no debe sorprender.
El
mundo carece hoy de un marco regulatorio sobre cambio climático y el
proceso de negociaciones para alcanzar compromisos políticos vinculantes
es un caos. La
cumbrede Nueva York es esencialmente una reunión para conversar. La COP20 de Lima en diciembre sólo permitirá avanzar en un borrador para un nuevo tratado sobre cambio climático. Habrá que esperar hasta la COP21 (París, 2015) para ver qué clase de engendro emerge de este larguísimo proceso de componendas y transacciones.
Los
resultados del quinto informe de evaluación del IPCC indican que el
calentamiento en el sistema climático es un fenómeno indiscutible y
algunos de los cambios observados en las últimas seis décadas no tienen
precedente desde hace miles de años. El calentamiento se observa en la
atmósfera y los océanos; el volumen de hielo y la cantidad de nieve se
han reducido y el nivel del océano se ha incrementado.
Los
estudios del IPCC muestran que las observaciones anteriores están
correlacionadas con el aumento de las concentraciones de gases de efecto
invernadero (GEI) en la atmósfera. El principal GEI es el bióxido de
carbono (CO2) y proviene principalmente del uso de combustibles fósiles y
procesos industriales, y en menor grado de la deforestación y cambios
de uso de suelo. El inventario de GEI incluye otros gases más potentes
en su capacidad de retener radiación infrarroja (como el metano) y
aunque es necesario reducir esas emisiones, la principal contribución al
cambio climático es la del CO2.
El informe señala que las
emisiones no están reduciéndose. Es más, hay indicaciones de que están
aumentando más rápidamente. Como dicen algunos analistas, no sólo
estamos caminando en la dirección equivocada, sino que lo estamos
haciendo de manera acelerada.
Quizás la conclusión más
llamativa del informe tiene que ver con las reservas de hidrocarburos y
su destino final. Alrededor del 80 por ciento de los combustibles
fósiles que se sabe existen bajo diversas formas en el subsuelo tendrían
que quedarse donde están para evitar rebasar el umbral de un
calentamiento de 2 grados centígrados (con respecto a la temperatura
promedio anterior a la revolución industrial). Es decir, cuatro quintas
partes de las reservas de combustibles fósiles tendrían que quedarse
bajo suelo.
La economía mundial adoptó hace muchas décadas un
perfil energético que depende totalmente de los combustibles fósiles.
Cambiar la infraestructura asociada a ese perfil es un proceso costoso y
lento. No sólo se necesita desarrollar fuentes alternativas de energía.
También se requieren cambios en la forma de transportar y de consumir
esa energía. Pero los grandes consorcios del sector energético se han
comprometido con ese perfil tecnológico y no están preparadas para
cambiarlo antes de haber amortizado sus inversiones. Los cambios
tendrían que introducirse también en una larga lista de bienes de
consumo duradero.
Pero hay algo más. Las grandes corporaciones del
sector energético mundial siguen gastando miles de millones de dólares
en exploración y extracción de combustibles fósiles. Y si por arte de
magia se adoptara la decisión de dejar el 80 por ciento de las reservas
en el subsuelo, esas compañías tendrían que aceptar la anulación de
billones de dólares de sus activos que son el valor de esas reservas.
Las ramificaciones de un cambio radical en la estructura financiera de
estas empresas son muy amplias y conllevan una profunda transformación
del sistema financiero.
La resistencia al cambio proviene no sólo
de una rigidez en la infraestructura de bienes de producción y consumo,
también proviene del sector financiero. Y si alguien piensa que la
cancelación de activos es una simple operación contable, hay que
recordarle que el dominio del capital financiero es el rasgo principal
de la etapa actual del capitalismo mundial.
La economía mundial
permanece encerrada irremediablemente en una trayectoria de crisis y
será difícil cambiar de rumbo. Sólo una movilización ciudadana masiva a
escala planetaria podría forzar el cambio para transitar por un sendero
menos peligroso.»
Twitter: @anadaloficial
Artículo publicado en La Jornada
Ilustración del artículo cortesía de Habacuc. Usada bajo licencia Creative Commons
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