«El sábado 11 de octubre, Barcelona
acogió una jornada internacional de debate contra el Tratado de Libre
Comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea (en inglés: Transatlantic Trade and Investment Partnership,
TTIP). La reunión, que contó con la presencia estelar de la activista
estadounidense Susan George, mundialmente famosa por sus ensayos El informe Lugano (1999) y El informe Lugano 2 (2012), que denuncian el proceso de socavamiento de la democracia impelido por las élites económicas mundiales.
Las jornadas barcelonesas, convocadas bajo el título Soberanía secuestrada, derechos en peligro,
tuvieron lugar en el marco del Día Europeo contra el TIPP (11 de
octubre), celebrado en más de 300 ciudades del continente. Hicieron acto
de presencia ponentes de España, México, Perú, Alemania y Estados
Unidos.
Propaganda oficial y geoestrategia
Según
el presidente Obama, el TTIP es un potencial dechado de virtudes que
escanciará prosperidad a los dos lados del Atlántico: las exportaciones
estadounidenses –se espera– crecerán por valor de decenas de miles de
millones de dólares, y cientos de miles de puestos de trabajo se crearán
en Norteamérica y Europa. De materializarse el tratado, los países
concernidos en el TTIP sumarían casi la mitad del PIB mundial y un
tercio del total de las transacciones comerciales, así como 800 millones
de ciudadanos-consumidores.
Distintos estudios de organizaciones
privadas –entre ellas, la Fundación Bertelsmann– pronostican un notorio
incremento del PIB de los países de la Unión gracias al TIPP; para
España, rondaría el seis por ciento. La economía del Reino Unido, de
lejos la más beneficiada, podría aumentar hasta un 10 %, según las
mismas fuentes.
El precedente inmediato de este bloque
transatlántico es el Tratado Internacional Transpacífico (TTP), también
en fase de negociación aunque ya más avanzado, que reunirá a Estados
Unidos, México, Perú, Chile, Japón y Vietnam, entre otros países, y cuyo
volumen de intercambios podría significar un tercio de las
transacciones mercantiles mundiales.
A efectos geoestratégicos,
cabe considerar que las dos áreas supranacionales propuestas
representarán un sustancial contrapeso al gigante en ciernes del siglo
XXI, China, que dentro de dos décadas estará a la cabeza de la economía
mundial, pero también será el principal inversor en tecnología, y en
menos de cincuenta años –calculan los analistas– dispondrá de un
ejército técnicamente equiparable a las fuerzas armadas estadounidenses,
además del presupuesto militar más elevado del mundo.
Europa, entre la reivindicación y la transigencia
Se
supone que el TTIP crearía un inmenso marco supranacional sin
aranceles, situación que podría favorecer los mutuos intercambios; un
propósito teóricamente plausible, si no fuera por la letra pequeña que
–se teme– podría incluir el acuerdo, referente a la rebaja o supresión
de normativas y leyes europeas sobre derechos laborales, consumo y medio
ambiente que no están vigentes en Estados Unidos. Es decir: si las
leyes comunitarias europeas fueran –y de hecho lo son– más escrupulosas
que las norteamericanas en determinados aspectos productivos y sociales,
se tendería a eliminar las primeras para no causar perjuicio a los
productores estadounidenses, so pretexto de salvaguardar la libre
competencia.
La posibilidad de estos recortes legales ya suscitó
la preocupación del Parlamento Europeo, plasmada en su resolución 2558
del 23 de mayo de 2013, por la cual se exigía la exclusión del TIPP del
sector audiovisual, el respeto a las normativas europeas de derechos
humanos, laboral y medioambiental –incluido el control de los
transgénicos– y la inclusión de los servicios financieros (Estados
Unidos quiere dejarlos fuera del tratado).
Posteriormente
(septiembre de 2014), la Comisión Europea se manifestó partidaria de
eliminar de la letra del tratado el mecanismo de solución de diferencias
entre inversores y estados (en su sigla inglesa, ISDS), polémica
propuesta estadounidense que consiste en dar a las empresas
multinacionales y fondos de inversión –se calcula que en número de
70.000 entidades– la posibilidad de demandar a los gobiernos por la
pérdida de beneficios derivada de modificaciones legales. Apenas
veinticuatro horas después de tal declaración, la comisaria europea de
Comercio, Cecilia Malmström, no tuvo reparo en retractarse de ella.
Un llamado a la conciencia global desde Barcelona
Las
jornadas contra el TTIP de Barcelona fueron presentadas por la
urbanista Silvia Grünig. Junto a ella, Álex Guillamon –coordinador de la
ONG Entrepueblos– y Carmen Múrias –miembro de la plataforma feminista
Marcha Mundial de las Mujeres– ejercieron como moderadores de las mesas
redondas posteriores.
Las distintas intervenciones inaugurales del
trío coincidieron en la importancia del TTIP sobre la vida cotidiana de
todos los ciudadanos de la UE. Hasta el punto de que las pretensiones
soberanistas de Cataluña, un país que está reclamando su derecho a la
autodeterminación, quedarían frustradas o altamente laminadas incluso en
un hipotético horizonte de independencia, si el nuevo Estado
permaneciera dentro de la Unión –como desea la mayoría de sus
ciudadanos– y hubiera de aceptar los términos del TTIP.
Susan George contra Drácula
Inauguró la serie de intervenciones la filósofa y politóloga estadounidense Susan George,
de ochenta años de edad, quien llegó a Barcelona con un fuerte
resfriado que a punto estuvo de retirarla del cartel. A la postre
cumplió con prensa y público, consciente seguramente del simbolismo que
su figura pública entraña.
George comparó los hábitos de los
vampiros, monstruos que se amparan en la oscuridad de la noche, a la
opacidad con que están actuando los negociadores del TTIP. (Cabría
añadir a las palabras de George: prueba de ello es que los pormenores
del tratado no fueron asunto de discusión en la última campaña de las
elecciones al Parlamento Europeo, a pesar de tratarse de una cuestión
económica crucial para la UE y estar fijado su plazo de conclusión para
2015.)
La escritora estadounidense achacó la inspiración
intelectual del TTIP a la Cámara de Comercio de los Estados Unidos y la
Organización Mundial del Comercio (OMC), y el protagonismo absoluto de
sus negociaciones a las presiones de las grandes compañías
transnacionales de ambos lados del Atlántico, autoras de la letra del
pacto. Como excusa, el acuerdo pretende eliminar unos aranceles que de
por sí ya están en valores muy bajos (entre el dos y el tres por
ciento), pero su meta real estriba en la negociación de cláusulas de
inversiones y en el cambio de las normativas europeas, a las que se
acusa de observar un “principio de precaución” excesivo en la protección
de los derechos de los productores y los consumidores.
El gran
problema de fondo, aseguró George, es que la soberanía de los estados y
las bases del propio sistema democrático pueden verse amenazados por las
prerrogativas concedidas a los poderes económicos transnacionales, que
pretenden suplantar la capacidad legislativa de los representantes
democráticos de los ciudadanos.
Cuando la veteranía se inclina
hacia el pesimismo, vale la pena reflexionar en profundidad sobre los
riesgos que entraña la situación denunciada. A juicio de George,
“tenemos la zorra al cuidado del gallinero, y al lobo pastoreando las
ovejas”. Evidentemente, el ganado carece de las garras de las
alimañas, pero posee la fuerza de la información y las “sinergias del
activismo europeo”, muy potentes en la actualidad. “Hay que hacer que
este Drácula salga a la luz del día ante tanta gente como podamos”,
sentenció finalmente.
Reivindicación feminista e indigenista
La
economista peruana Rosa Guillén, miembro de la Marcha Mundial de las
Mujeres, transitó en su primera intervención por caminos más teóricos
que los demás ponentes.
Según Guillén, el capitalismo es en sí
mismo contradictorio con la sostenibilidad y los derechos de la mujer.
Las féminas, prosiguió, permanecen confinadas en el ámbito doméstico y
de cuidados, y el capitalismo no valora estas labores porque no crean
riqueza acumulable. Sin embargo, son trabajos de importancia básica para
la comunidad. (En este aspecto, no contempló la ponente una realidad
histórica: el capitalismo fue el primer sistema económico que normalizó
la presencia de la mujer –y de los niños– en el mercado laboral, y no
necesariamente relegada al servicio doméstico y asistencial. Por
supuesto, en condiciones discriminatorias con respecto al varón.)
Frente
a la organización capitalista del trabajo, Guillén propuso la
recuperación de ciertos rasgos económicos de los pueblos indígenas, como
los amplios ámbitos de trueque de trabajo y bienes, el respeto por la
naturaleza y la distribución equitativa entre los dos sexos del trabajo
doméstico y de cuidados, manteniendo siempre esta ocupación fuera del
mercado laboral.
Balance del tratado peruano-estadounidense: la competencia desleal
En
cuanto a los problemas concretos que había generado en su país, Perú,
el acuerdo bilateral de libre comercio con los Estados Unidos (vigente
desde febrero de 2009), Guillén denunció distintas consecuencias del
mismo.
Por una parte, la eliminación de la franja de precios de
los productos agrícolas dejó a los agricultores y ganaderos peruanos en
situación de desventaja frente a las importaciones de los productos
agropecuarios estadounidenses, fuertemente subsidiados en origen. Es
decir, que el sector primario local sufre competencia desleal por parte
del socio económico, y con la complicidad de las autoridades peruanas.
Las cuales, para paliar este problema, ofrecen compensaciones económicas
claramente insuficientes, tanto por su escasa cuantía como por el
reducido número de productos favorecidos.
Con la firma del
tratado, Perú se comprometió a anular cualquier restricción a las
importaciones de carne vacuna y aviar estadounidense, sin reservarse la
posibilidad de someterlas a consideraciones sanitarias. (A este
respecto, distintas fuentes han indicado que se dieron casos de compra
de carne de res durante la epidemia de las “vacas locas”.)
El
tratado peruano-estadounidense también permite la comercialización bajo
patente de remedios medicinales originarios de los pueblos indígenas,
apartando a estos colectivos de los beneficios comerciales del saber
tradicional que ellos mismas han generado.
Gracias a la
transigencia de los negociadores peruanos, que admitieron cláusulas muy
superiores a las exigidas en el ámbito de la OMC, se eliminaron
igualmente todas las restricciones numéricas y la prohibición de exigir
presencia local a las inversiones en servicios. Esta permisividad ha
propiciado la penetración sin control del capital estadounidense en los
servicios financieros, las telecomunicaciones y las fuentes de energía,
entre otros sectores económicos de importancia estratégica, con evidente
pérdida de soberanía para la nación.
Esta situación ha venido
acompañada de una pérdida del incentivo público a la industria local
mediante las compras estatales, acompañada de la adquisición masiva de
bienes estadounidenses por parte de los poderes públicos; bienes que en
muchos casos también concurren en competencia desleal para el mediano y
pequeño empresario peruano.[...]»
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