quinta-feira, 23 de outubro de 2014

La conjura de los vampiros





«El sábado 11 de octubre, Barcelona acogió una jornada internacional de debate contra el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea (en inglés: Transatlantic Trade and Investment Partnership, TTIP). La reunión, que contó con la presencia estelar de la activista estadounidense Susan George, mundialmente famosa por sus ensayos El informe Lugano (1999) y El informe Lugano 2 (2012), que denuncian el proceso de socavamiento de la democracia impelido por las élites económicas mundiales.

Las jornadas barcelonesas, convocadas bajo el título Soberanía secuestrada, derechos en peligro, tuvieron lugar en el marco del Día Europeo contra el TIPP (11 de octubre), celebrado en más de 300 ciudades del continente. Hicieron acto de presencia ponentes de España, México, Perú, Alemania y Estados Unidos.

Propaganda oficial y geoestrategia
Según el presidente Obama, el TTIP es un potencial dechado de virtudes que escanciará prosperidad a los dos lados del Atlántico: las exportaciones estadounidenses –se espera– crecerán por valor de decenas de miles de millones de dólares, y cientos de miles de puestos de trabajo se crearán en Norteamérica y Europa. De materializarse el tratado, los países concernidos en el TTIP sumarían casi la mitad del PIB mundial y un tercio del total de las transacciones comerciales, así como 800 millones de ciudadanos-consumidores.
Distintos estudios de organizaciones privadas –entre ellas, la Fundación Bertelsmann– pronostican un notorio incremento del PIB de los países de la Unión gracias al TIPP; para España, rondaría el seis por ciento. La economía del Reino Unido, de lejos la más beneficiada, podría aumentar hasta un 10 %, según las mismas fuentes.
El precedente inmediato de este bloque transatlántico es el Tratado Internacional Transpacífico (TTP), también en fase de negociación aunque ya más avanzado, que reunirá a Estados Unidos, México, Perú, Chile, Japón y Vietnam, entre otros países, y cuyo volumen de intercambios podría significar un tercio de las transacciones mercantiles mundiales.
A efectos geoestratégicos, cabe considerar que las dos áreas supranacionales propuestas representarán un sustancial contrapeso al gigante en ciernes del siglo XXI, China, que dentro de dos décadas estará a la cabeza de la economía mundial, pero también será el principal inversor en tecnología, y en menos de cincuenta años –calculan los analistas– dispondrá de un ejército técnicamente equiparable a las fuerzas armadas estadounidenses, además del presupuesto militar más elevado del mundo.

Europa, entre la reivindicación y la transigencia
Se supone que el TTIP crearía un inmenso marco supranacional sin aranceles, situación que podría favorecer los mutuos intercambios; un propósito teóricamente plausible, si no fuera por la letra pequeña que –se teme– podría incluir el acuerdo, referente a la rebaja o supresión de normativas y leyes europeas sobre derechos laborales, consumo y medio ambiente que no están vigentes en Estados Unidos. Es decir: si las leyes comunitarias europeas fueran –y de hecho lo son– más escrupulosas que las norteamericanas en determinados aspectos productivos y sociales, se tendería a eliminar las primeras para no causar perjuicio a los productores estadounidenses, so pretexto de salvaguardar la libre competencia.
La posibilidad de estos recortes legales ya suscitó la preocupación del Parlamento Europeo, plasmada en su resolución 2558 del 23 de mayo de 2013, por la cual se exigía la exclusión del TIPP del sector audiovisual, el respeto a las normativas europeas de derechos humanos, laboral y medioambiental –incluido el control de los transgénicos– y la inclusión de los servicios financieros (Estados Unidos quiere dejarlos fuera del tratado).
Posteriormente (septiembre de 2014), la Comisión Europea se manifestó partidaria de eliminar de la letra del tratado el mecanismo de solución de diferencias entre inversores y estados (en su sigla inglesa, ISDS), polémica propuesta estadounidense que consiste en dar a las empresas multinacionales y fondos de inversión –se calcula que en número de 70.000 entidades– la posibilidad de demandar a los gobiernos por la pérdida de beneficios derivada de modificaciones legales. Apenas veinticuatro horas después de tal declaración, la comisaria europea de Comercio, Cecilia Malmström, no tuvo reparo en retractarse de ella.

Un llamado a la conciencia global desde Barcelona
Las jornadas contra el TTIP de Barcelona fueron presentadas por la urbanista Silvia Grünig. Junto a ella, Álex Guillamon –coordinador de la ONG Entrepueblos– y Carmen Múrias –miembro de la plataforma feminista Marcha Mundial de las Mujeres– ejercieron como moderadores de las mesas redondas posteriores.
Las distintas intervenciones inaugurales del trío coincidieron en la importancia del TTIP sobre la vida cotidiana de todos los ciudadanos de la UE. Hasta el punto de que las pretensiones soberanistas de Cataluña, un país que está reclamando su derecho a la autodeterminación, quedarían frustradas o altamente laminadas incluso en un hipotético horizonte de independencia, si el nuevo Estado permaneciera dentro de la Unión –como desea la mayoría de sus ciudadanos– y hubiera de aceptar los términos del TTIP.

Susan George contra Drácula
Inauguró la serie de intervenciones la filósofa y politóloga estadounidense Susan George, de ochenta años de edad, quien llegó a Barcelona con un fuerte resfriado que a punto estuvo de retirarla del cartel. A la postre cumplió con prensa y público, consciente seguramente del simbolismo que su figura pública entraña.
George comparó los hábitos de los vampiros, monstruos que se amparan en la oscuridad de la noche, a la opacidad con que están actuando los negociadores del TTIP. (Cabría añadir a las palabras de George: prueba de ello es que los pormenores del tratado no fueron asunto de discusión en la última campaña de las elecciones al Parlamento Europeo, a pesar de tratarse de una cuestión económica crucial para la UE y estar fijado su plazo de conclusión para 2015.)
La escritora estadounidense achacó la inspiración intelectual del TTIP a la Cámara de Comercio de los Estados Unidos y la Organización Mundial del Comercio (OMC), y el protagonismo absoluto de sus negociaciones a las presiones de las grandes compañías transnacionales de ambos lados del Atlántico, autoras de la letra del pacto. Como excusa, el acuerdo pretende eliminar unos aranceles que de por sí ya están en valores muy bajos (entre el dos y el tres por ciento), pero su meta real estriba en la negociación de cláusulas de inversiones y en el cambio de las normativas europeas, a las que se acusa de observar un “principio de precaución” excesivo en la protección de los derechos de los productores y los consumidores.
El gran problema de fondo, aseguró George, es que la soberanía de los estados y las bases del propio sistema democrático pueden verse amenazados por las prerrogativas concedidas a los poderes económicos transnacionales, que pretenden suplantar la capacidad legislativa de los representantes democráticos de los ciudadanos.
Cuando la veteranía se inclina hacia el pesimismo, vale la pena reflexionar en profundidad sobre los riesgos que entraña la situación denunciada. A juicio de George, “tenemos la zorra al cuidado del gallinero, y al lobo pastoreando las ovejas”. Evidentemente, el ganado carece de las garras de las alimañas, pero posee la fuerza de la información y las “sinergias del activismo europeo”, muy potentes en la actualidad. “Hay que hacer que este Drácula salga a la luz del día ante tanta gente como podamos”, sentenció finalmente.

Reivindicación feminista e indigenista
La economista peruana Rosa Guillén, miembro de la Marcha Mundial de las Mujeres, transitó en su primera intervención por caminos más teóricos que los demás ponentes.
Según Guillén, el capitalismo es en sí mismo contradictorio con la sostenibilidad y los derechos de la mujer. Las féminas, prosiguió, permanecen confinadas en el ámbito doméstico y de cuidados, y el capitalismo no valora estas labores porque no crean riqueza acumulable. Sin embargo, son trabajos de importancia básica para la comunidad. (En este aspecto, no contempló la ponente una realidad histórica: el capitalismo fue el primer sistema económico que normalizó la presencia de la mujer –y de los niños– en el mercado laboral, y no necesariamente relegada al servicio doméstico y asistencial. Por supuesto, en condiciones discriminatorias con respecto al varón.)
Frente a la organización capitalista del trabajo, Guillén propuso la recuperación de ciertos rasgos económicos de los pueblos indígenas, como los amplios ámbitos de trueque de trabajo y bienes, el respeto por la naturaleza y la distribución equitativa entre los dos sexos del trabajo doméstico y de cuidados, manteniendo siempre esta ocupación fuera del mercado laboral.

Balance del tratado peruano-estadounidense: la competencia desleal
En cuanto a los problemas concretos que había generado en su país, Perú, el acuerdo bilateral de libre comercio con los Estados Unidos (vigente desde febrero de 2009), Guillén denunció distintas consecuencias del mismo.
Por una parte, la eliminación de la franja de precios de los productos agrícolas dejó a los agricultores y ganaderos peruanos en situación de desventaja frente a las importaciones de los productos agropecuarios estadounidenses, fuertemente subsidiados en origen. Es decir, que el sector primario local sufre competencia desleal por parte del socio económico, y con la complicidad de las autoridades peruanas. Las cuales, para paliar este problema, ofrecen compensaciones económicas claramente insuficientes, tanto por su escasa cuantía como por el reducido número de productos favorecidos.
Con la firma del tratado, Perú se comprometió a anular cualquier restricción a las importaciones de carne vacuna y aviar estadounidense, sin reservarse la posibilidad de someterlas a consideraciones sanitarias. (A este respecto, distintas fuentes han indicado que se dieron casos de compra de carne de res durante la epidemia de las “vacas locas”.)
El tratado peruano-estadounidense también permite la comercialización bajo patente de remedios medicinales originarios de los pueblos indígenas, apartando a estos colectivos de los beneficios comerciales del saber tradicional que ellos mismas han generado.
Gracias a la transigencia de los negociadores peruanos, que admitieron cláusulas muy superiores a las exigidas en el ámbito de la OMC, se eliminaron igualmente todas las restricciones numéricas y la prohibición de exigir presencia local a las inversiones en servicios. Esta permisividad ha propiciado la penetración sin control del capital estadounidense en los servicios financieros, las telecomunicaciones y las fuentes de energía, entre otros sectores económicos de importancia estratégica, con evidente pérdida de soberanía para la nación.
Esta situación ha venido acompañada de una pérdida del incentivo público a la industria local mediante las compras estatales, acompañada de la adquisición masiva de bienes estadounidenses por parte de los poderes públicos; bienes que en muchos casos también concurren en competencia desleal para el mediano y pequeño empresario peruano.[...]»

Ler mais...

Sem comentários:

Enviar um comentário