«El
sociólogo comenta las negociaciones sobre la deuda griega y las define
“Sin salida”. Porque contraponen la política de los estados-nación,
priva de instrumentos, al poder supranacional de las finanzas y de la
economía.
Una carrera insensata hacia la catástrofe. Un juego peligroso, en el cual no hay perdedores. Para Zgymunt Bauman,
decano de la sociología europea, entre los pensadores contemporáneos
más influyentes, las negociaciones sobre la deuda griega entre los
ministros de economía del Eurogrupo y el gobierno de Alexis Tsipras no
tienen vía de escape.
Porque no
nacen solamente de ideologías políticas opuestas, de diagnósticos
diferentes sobre el origen de la crisis económica, sino de la patología
estructural del mundo globalizado: el divorcio entre el poder y la
política. Por una parte está la política de los estados nación, anclada a
los confines nacionales, priva de los instrumentos para satisfacer las
necesidades de los electores, por otro lado el poder de las finanzas y
de la economía, que no responde al electorado sino a los accionistas y a
la rentabilidad.
Dos mundos
“inconciliables, puede que incompatibles”, explica de manera rápida la
teoría de la “sociedad líquida”, por la cual es tiempo de archivar el
actual modelo económico, porque produce “exclusión, soledad,
desigualdad”.
Profesor Bauman, desde hace semanas está en curso un duro pulso entre el gobierno del primer ministro griego Tsipras, que quiere renegociar la deuda y rechaza los planes de austeridad, y los ministros del Eurogrupo y los representantes de la Troika, los cuales insisten para que Atenas “respete los pactos”. ¿ Quién tiene la razón?
Profesor Bauman, desde hace semanas está en curso un duro pulso entre el gobierno del primer ministro griego Tsipras, que quiere renegociar la deuda y rechaza los planes de austeridad, y los ministros del Eurogrupo y los representantes de la Troika, los cuales insisten para que Atenas “respete los pactos”. ¿ Quién tiene la razón?
Podremos
saber quién “tiene la razón” solamente si tuviésemos una línea directa
con el Omnipotente, lo cual no es posible. Lo que es seguro, es que
estamos asistiendo a otro round de un tira y afloja, en el cual los
valores, los principios, las ideas sobre lo que es acertado y equivocado
no tienen sentido, adoptados por amor de conveniencia, y rápidamente
abandonados en cuanto dejan de ser útiles. Más que a revelar la
sustancia de la puesta en escena, los conceptos de acertado y equivocado
sirven para camuflarla. Reduciendo la cuestión a lo esencial, podremos
decir que está en juego una confrontación entre los portavoces de los
griegos, reducidos a una condición aparentemente incesante de creciente
miseria, y aquellos de los poderes financieros. Ambos frentes son
“acertados”, pero son inconciliables y, me temo, incompatibles. Por una
parte los poderes financieros son libres “invertir” o “no invertir”
donde quieran, en el momento que deseen, libres hasta de maltratar la
política, que se presume sea el ángel de la guarda de los valores,
incluso aquellos morales; por otro lado, la política no puede mostrar
ningún músculo para condicionar, ni mucho menos obligar, a los poderes
financieros a invertir en momentos y lugares precisos o para hacerles
desistir de la tentación de no invertir.
Cabe decir que lo griego es un caso ejemplar de lo que usted define como el “divorcio entre poder y política”, ¿con el primero siempre más supranacional y la segunda anclada a los confines nacionales?
Cabe decir que lo griego es un caso ejemplar de lo que usted define como el “divorcio entre poder y política”, ¿con el primero siempre más supranacional y la segunda anclada a los confines nacionales?
Es así.
Todos los Tsipras y los Varoufakis de este mundo están atados a un doble
vínculo, una atadura férrea de la que ningún otro político a conseguido
hasta ahora librarse: por una parte existen los que los han elegido
hasta que les sirviesen, por otro lado los que gobiernan ignorando la
voluntad de los electores. En breve, la disputa está entre los estados
nación y los mercados bursátiles. Los primeros son locales anclados al
terreno, al territorio nacional, los segundos son globales devotamente
desanclados de cualquier institución política, independientemente de su
nivel.
En estas condiciones de disparidad entre los instrumentos y los objetivos de la acción política, ¿Qué forma adquieren los confrontamientos entre soberanía estatal y finanzas supranacionales?
En estas condiciones de disparidad entre los instrumentos y los objetivos de la acción política, ¿Qué forma adquieren los confrontamientos entre soberanía estatal y finanzas supranacionales?
En esta
situación cada confrontamiento no puede más que adquirir la forma de los
duelos americanos o de aquellos que en la teoría de los juegos toman el
nombre de “peleas de gallos”. En ambos casos el perdedor es quien se
rinde primero, evitando la catástrofe. Me parece una caracterización del
drama actual mucho más pertinente de aquella sugerida por muchos -como
Cécile Ducourtieux en el diario Le Monde del 17 de febrero- hablan de
farol en una partida de póker. En este momento la atención de los medios
de comunicación está dirigida a Syriza y a Grecia, pero pronto vendrá
canalizada hacia Podemos, en España, y después en otro lugar. Más allá
de las individuales tretas del caso, las peleas de gallos de hecho se
acaban jugando, con mayor o menor abandono, en cualquier lugar del
mundo, cada día.
Se trata de juegos peligrosos, que se aplican a la realidad social, y cuyo resultado es imprevisible…
Se trata de juegos peligrosos, que se aplican a la realidad social, y cuyo resultado es imprevisible…
En cambio
la metáfora que prefiero cuando se discute de nuestras circunstancias
actuales, compartida a nivel mundial, es aquella de un campo llena de
minas: sabemos todos que el terreno que pisamos está lleno de explosivos
y tenemos pocas dudas acerca de que existirán inevitablemente
explosiones, de manera reiterada. No hay nadie, que poniendo la mano en
el fuego, pueda realmente predecir dónde y cuándo se producirán los
pasos incautos que la desencadenarán.
El debate sobre las respuestas a la crisis griega se ha trasformado en un `referendum´sobre los programas de austeridad. En uno de sus libros (Intervista sull´identità, de B. Vecchi) él ha escrito “la más llamativa y potencialmente explosiva disfunción de la economía capitalista no es la explotación, sino la exclusión”. ¿Sostiene que los programas de austeridad la hayan favorecido?
El debate sobre las respuestas a la crisis griega se ha trasformado en un `referendum´sobre los programas de austeridad. En uno de sus libros (Intervista sull´identità, de B. Vecchi) él ha escrito “la más llamativa y potencialmente explosiva disfunción de la economía capitalista no es la explotación, sino la exclusión”. ¿Sostiene que los programas de austeridad la hayan favorecido?
El paso de
las prácticas de explotación a la amenaza de exclusión como principal
arma de disciplina es la estrategia de dominio que el capitalismo actual
encuentra más ventajosa. Hace casi un siglo el economista británico
Joan Robinson subrayaba el hecho de que existe un mal peor que la
explotación: el hecho de no ser explotado. Michael Burawoy, un gran
sociólogo de mirada fija y de corazón sensible sugiere en cambio que,
después de una época en la cual las enfermedades sociales eran producto
de la mercantilización del trabajo, habremos entrado en una fase de
ex-mercantilización. Ivor Southwood ha reflejado su experiencia actual
del mundo del trabajo en un libro reciente, Non-Stop Inertia, donde
escribe: “odiábamos el puesto de trabajo y despreciábamos cualquier cosa
que lo representase, y al mismo tiempo estábamos aterrorizados por la
idea de ser `liberados´en un vacío económico en el cual tendríamos que
haber luchado para encontrar un trabajo y presentarnos
indiscriminadamente como mejores respecto a otros potenciales empleados,
igualmente entusiasmados, condescendientes y flexibles”.
A propósito de flexibilidad: para los partidarios del modelo neoliberal es sinónimo de mayor libertad, para los críticos de aquel modelo por el contrario hace rima con precariedad. ¿Usted que piensa?
A propósito de flexibilidad: para los partidarios del modelo neoliberal es sinónimo de mayor libertad, para los críticos de aquel modelo por el contrario hace rima con precariedad. ¿Usted que piensa?
Creo que
por Europa ya vaga un espectro: el espectro de la redundancia. Estamos
clasificados, condenados con veredicto de ‘culpabilidad’, y la sentencia
prevee la exclusión social y la vida en pobreza. El fantasma de la
exclusión proyecta una larga sombra, difundiendo sus amenazas, mientras
muchos de nosotros son bastante afortunados de permanecer en un puesto
de trabajo están destinados a ser perseguidos por el veneno incurable de
la precariedad. A parte del daño, está la herida. Porque el estado de
redundancia – que no hace mucho tiempo llamaban “desocupación” y de los
cuales pocos pueden ignorar la amenaza – se ha privatizado. Se ha
declarado crimen. Se presume que no sea culpable la persona redundante,
él o ella, solamente aquella, y allí está en el banco de imputados hasta
que no demuestre ser inocente. La redundancia, así como la
flexibilidad, se adueña de un sitio en la sociedad y muy a menudo hasta
de los medios de sustentación; al mismo tiempo destruye el autoestima y
la confianza en si mismos, extirpando la dignidad de nuestra vida.
La redundancia parece habernos privado también de la posibilidad, como trabajadores, de individuar estrategias de resistencia colectiva…
La redundancia parece habernos privado también de la posibilidad, como trabajadores, de individuar estrategias de resistencia colectiva…
Dejame
responder citando un texto reciente de Isabel Lorey, State of
Insecurity: “Con la demolición neoliberal… de los sistemas de seguridad
social colectiva y con la afirmación de condiciones de trabajo de corta
duración que son cada vez más precarias, se ha erosionado la posibilidad
de organización colectiva en las fabricas o en los grupos
profesionales”. Desde fabricas de solidaridad, los lugares de trabajo se
han transformado en fabricas de sospecha reciproca y competición
despiadada. El desmoronamiento de las uniones y de la lealtad humana
está entre los más graves daños colaterales perpetrados por el
capitalismo en la búsqueda de los medios mas eficaces para prevenir el
disenso social y la resistencia a sus practicas. Lanzar el espectro de
la redundancia hasta que se gire sobre Europa ha demostrado ser
extremadamente rentable en términos económicos. Pero ha sido eficaz en
términos de no potenciar la oposición al status quo antes de que también
lograra unirse en verdaderas y propias columnas en marcha.[...]»
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