«Europa está ya entrando en la tercera
recesión en el corto periodo que va desde 2007 hasta ahora, periodo
definido como la Gran Recesión. Y en EEUU, aunque el número y la
intensidad de las recesiones han sido menores (debido a unas políticas
públicas más intervencionistas que en la Unión Europea), la economía ha
crecido mucho menos que en periodos anteriores. Las causas de tales
recesiones se han ido acumulando desde finales de la década de los
setenta en Europa y principios de los años ochenta en EEUU. Un elemento
común en ambos lados del Atlántico Norte ha sido el enorme crecimiento
de las desigualdades de riqueza y de rentas en cada una de estas zonas
como resultado de un enorme desequilibrio de fuerzas entre el mundo del
capital (es decir, de los propietarios y gestores de los mayores medios
de producción, distribución y financiación –PG MPDF-, que ahora
coloquialmente se llaman “el 1%”) y el mundo del trabajo (la gran
mayoría de la población, que trabaja y que obtiene sus rentas a través
de los salarios, MT). Este hecho, apenas visible en los principales
medios de información, es consecuencia directa de las políticas públicas
llevadas a cabo por la mayoría de los gobiernos en Norteamérica y en
Europa a partir de la elección del Presidente Reagan en EEUU y de la
Sra. Thatcher en el Reino Unido, iniciándose la época definida como
“neoliberal”, terminando con ello el periodo 1945-1980, que fue conocido
como el periodo dorado del capitalismo, donde la mayoría de gobiernos
seguían políticas keynesianas.
Durante este periodo (1945-1980) había
existido un Pacto Social entre el mundo del capital (PG MPDF) y el mundo
del Trabajo (MT), en el cual este último aceptaba la propiedad de los
medios de producción, por un lado, y los primeros aceptaban el aumento
de los salarios y el establecimiento del Estado del Bienestar, por el
otro. Este Pacto, que incluía un pacto en la distribución de la riqueza y
de las rentas, fue roto, sin embargo, por los PG MPDF con la elección
de aquellos gobernantes que en su nombre impusieron toda una serie de
políticas encaminadas a debilitar al mundo del trabajo, a fin de bajar
los salarios y reducir el Estado del Bienestar. Estas políticas se
generalizaron bajo el argumento de que la globalización de la economía
no permitía hacer otras políticas económicas y sociales. Fue así como
las rentas del trabajo, como porcentaje de la renta nacional,
disminuyeron considerablemente a partir de los años ochenta. Las rentas
del trabajo bajaron de un 72,9% del PIB (promedio en el periodo de los
años setenta) al 66,2% en el año 2012 en el conjunto de los países de la
UE-15 (el grupo de países de semejante nivel económico al español).
España fue el país donde las rentas del trabajo bajaron más, pasando del
72,4% al 59,4% durante el mismo periodo.
El descenso de la demanda y la escasa rentabilidad de la economía productiva
Este descenso salarial creó un problema
grave, pues tales rentas son, en cualquier país, las mayores fuentes del
consumo, y, por lo tanto, del motor económico. De ahí que el
crecimiento económico en la mayoría de países fuera, como promedio, más
bajo en el periodo 1980-2012 que en el anterior 1945-1980. En realidad,
este descenso del crecimiento en Europa Occidental hubiera sido incluso
mayor si no hubiese sido por dos hechos que ralentizaron este descenso.
Uno fue la reunificación alemana, que se financió a base de un gran
crecimiento de su déficit público y que estimuló de una manera muy
marcada a toda la economía europea (ver el artículo “Capital-Trabajo: el
origen de la crisis actual”, Le Monde Diplomatique, julio 2013). Y el
otro hecho fue el enorme endeudamiento de la población. Al bajar los
salarios, las familias tuvieron que endeudarse para poder mantener su
nivel de vida. Este endeudamiento generó un enorme crecimiento de la
banca y de lo que se llama el capital financiero (CF).
Estos dos hechos –la reunificación
alemana y el endeudamiento de la población- ralentizaron el descenso de
la actividad económica, pero no lo pararon. La demanda de bienes y
servicios fue descendiendo y con ello la actividad económica. Ello
significó que la rentabilidad de la economía productiva (es decir, los
beneficios de las grandes empresas que producen bienes y servicios) no
era tan elevada como en la época anterior y, lo que es incluso más
importante, no era tan elevada, en términos comparativos, como la
rentabilidad de las inversiones especulativas. De ahí que el capital
financiero (es decir, la banca) invirtiera más y más en tales
actividades, creando más y más burbujas, siendo la inmobiliaria la más
reciente. Esta última burbuja, por cierto, era fácil de detectar, pues
los salarios estaban estancados o incluso bajaban, mientras que los
precios de la vivienda subían astronómicamente. Pero los reguladores de
la banca –por regla general, muy próximos a ella- no la vieron, o mejor
dicho, no la quisieron ver. Y así pasó. Cuando las burbujas explotaron
el sistema financiero casi colapsó, y hubiera colapsado si no hubiera
sido por el rescate público, que fue el mayor caso de “beneficencia” que
cualquier Estado haya proporcionado a una institución. Y lo que alcanza
ya niveles escandalosos es que, a pesar de los rescates públicos a la
banca privada, esta continúe especulando, sin que el crédito esté o se
le espere en las áreas que más se necesitan: familias y pequeñas y
medianas empresas. La banca española ha recibido unos 130.000 millones
de euros (sin contar con la financiación prácticamente gratuita del
Banco Central Europeo). Y, a pesar de ello, el crédito ha ido
descendiendo (más de 336.000 millones de euros menos que a finales de
2007).
El lector se preguntará por qué
continúan las políticas públicas de recortes y de reformas laborales
orientadas a reducir los salarios que se están imponiendo (y digo
imponiendo porque no estaban en los programas electorales de los
partidos gobernantes en España). Y la respuesta a esta pregunta no es
económica, sino política. Es decir, la continuación de tales políticas
se debe al enorme poder que tienen los establishments financieros y
económicos del país, y los establishments políticos y mediáticos a los
que influencian, poder que se ha conseguido a costa del debilitamiento
del mundo del trabajo, que constituye la mayoría de la población. Es lo
que el movimiento Occupy Wall Street en EEUU llama “el conflicto del 1%
en contra de la mayoría de la población”. Las rentas de los PG MPDF han
aumentado enormemente a costa del descenso de las del MT.
Ahora bien, la situación ha llegado a
una inestabilidad económica y política tal que comienza a verse –incluso
por parte de organismos muy próximos a los PG MPDF, como el Fondo
Monetario Internacional, la OCDE y el Banco Central Europeo- que algo
tiene que hacerse, como por ejemplo, estimular la economía mediante
inversiones y aumentar la disponibilidad de crédito. Pero la manera como
lo están haciendo tampoco lo resolverá, pues el eje de la solución es,
precisamente, revertir las rentas aumentando las del MT a costa de las
de los PG MPDF, al revés de lo que está ocurriendo.
¿Qué debería hacerse?
Desde el punto de vista económico, la
solución es muy fácil de ver: aumentar la demanda a base de aumentar los
salarios (que en España son de los más bajos de la UE-15); aumentar el
gasto público en la infraestructura del país, y muy en especial en la
infraestructura social (España es el país con uno de los gastos públicos
sociales por habitante más bajos de la UE-15); y aumentar el crédito
(hoy España es uno de los países donde es más difícil encontrar
crédito), esto último a base de expandir el sector de la banca pública
(siendo el español uno de los sectores bancarios públicos más reducidos
de la UE-15). Hoy España tiene un Estado pobre (el porcentaje de la
población adulta trabajando en el sector público –incluyendo los
servicios públicos del Estado del Bienestar, como sanidad, educación,
escuelas de infancia, servicios domiciliarios, servicios sociales, entre
otros-, es uno de los más bajos de la UE-15), con escaso desarrollo
social, poco redistributivo y con menor desarrollo del sector financiero
público. No puede salirse de la crisis sin revertir estos hechos.
Estas son las líneas generales de las
propuestas hechas por el Profesor Juan Torres y yo en el documento
Democratizar la economía para salir de la crisis mejorando la equidad,
el bienestar y la calidad de vida. Una propuesta de debate para
solucionar los problemas de la economía española, el cual, preparado a
petición de Podemos, ha creado mucho revuelo (Podemos lo ha distribuido
bajo el título Un proyecto económico para la gente, y ha creado una gran
hostilidad). Es predecible que, cuando se hacen propuestas en este
sentido, los medios y los portavoces de los partidos liberales y
socioliberales que representan a los PG MPDF (las grandes empresas del
IBEX-35) se alboroten y acusen a los que las proponen que van a destruir
el país, identificando sus intereses particulares con los intereses
generales, una identificación que es más que cuestionable.
Hoy España es uno de los países más
desiguales de la UE-15. Y esta situación no es solo consecuencia, sino
que es sobre todo la causa, de sus crisis económicas y financieras, como
he señalado en este texto. El 1% de las personas más ricas tienen tanto
como el 70% de toda la población. Las 20 mayores fortunas poseen tanta
riqueza como el 30% más pobre de la población y la de tan solo 3
individuos duplica la del 20% más pobre de la población española. Y
según el Profesor Castroviejo, al inicio de la crisis 1.400 personas
controlaban recursos que equivalen al 80,5% de PIB, una situación que
ahora posiblemente haya empeorado. Mientras, el total de la remuneración
que perciben las personas asalariadas es hoy de 16.951 millones de
euros menos que lo percibido a finales del 2007; la renta disponible de
los hogares españoles es ahora 14.949 millones de euros más baja que la
de finales del 2007; la deuda familiar se duplicó de 1997 a 2007; y la
tasa de pobreza infantil en España es ya del 36,3% (la más alta de la
OCDE después de México y EEUU).[...]»
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