«La Eurozona tiene un problema gravísimo: la
falta de crecimiento económico, que está afectando muy negativamente a
cada una de las economías de los países miembros y también a la economía
mundial, pues la economía de la Eurozona representa el 17% de la
economía mundial. En realidad, según los últimos datos disponibles, la
Eurozona está en peligro de entrar en la tercera recesión, desde que la
crisis se inició en 2008. ¡Todo un récord!
Las causas de ello son fáciles de ver siempre y cuando uno no esté
cegado por el dogma neoliberal que controla el pensamiento dominante, el
cual se ha reproducido (y, sorprendentemente, continúa reproduciéndose)
en los mayores medios de información y persuasión del establishment
político-mediático de la Eurozona y de cada uno de sus países miembros.
Una de las principales causas (como algunos de nosotros hemos indicado
desde el principio de la Gran Recesión) es la falta de demanda doméstica
causada por las reformas neoliberales, que han redistribuido las rentas
del mundo del trabajo al mundo del capital (hegemonizado por el capital
financiero). La evidencia es tan robusta que economistas que gozan de
una gran reputación dentro del establishment político-mediático europeo, como el “senior economist” del Financial Times,
el Sr. Martin Wolf, lo están reconociendo por fin. En un artículo
publicado hace unos días, este columnista del principal diario
financiero del mundo anglosajón reconoce que el mayor problema que tiene
la economía de la Eurozona es la falta de demanda doméstica (ver
“Reform alone is no solution for the eurozone”, 22.10.14, p.9). Este
economista muestra como en la segunda parte del 2014, la demanda en la
Eurozona está siendo mucho menor que la demanda que existía al principio
de la crisis en 2008.
¿Por qué la demanda ha bajado?
De nuevo, la causa de este descenso es también fácil de ver. Las
políticas públicas neoliberales, que se conocen en el lenguaje económico
como “reformas estructurales”, son responsables de esta reducción de la
demanda. Estas reformas incluyen reformas del mercado de trabajo
encaminadas primordialmente a reducir los salarios. Es lo que se conoce
en la narrativa neoliberal con el término “desregular los mercados de
trabajo”, que quiere decir facilitar el despido de los trabajadores por
parte de los empresarios. Además de estas reformas del mercado de
trabajo, tales “reformas estructurales” contienen otras medidas como la
reducción del gasto público social y la dilución de la protección
social, que también tienen como objetivo debilitar al mundo del trabajo.
Como consecuencia de estas reformas, las rentas del trabajo como
porcentaje de la totalidad de las rentas han ido disminuyendo en todos
los países de la Eurozona, y con ello la demanda doméstica (que depende
primordialmente, en cualquier país, de la masa salarial).
Los datos existentes que apoyan esta lectura de la realidad son
robustos y convincentes para todo aquel que no esté imbuido del dogma
neoliberal, dogma totalmente impermeable a los datos. Es más, esta
reducción salarial y, por ende, reducción de la demanda, con la
consecuente reducción del crecimiento económico, va acompañada de un
enorme crecimiento de las rentas derivadas del capital, y muy en
particular del capital financiero (en parte como consecuencia de la
necesidad de que la gente se endeude, al disminuir sus salarios), el
cual, al no conseguir suficiente rentabilidad en la economía productiva
(que está en recesión), invierte en actividades especulativas, creando
el capitalismo de casino que ha llevado al establecimiento de
burbujas y a su explosión, creando la crisis financiera y el enorme
problema de falta de crédito, lo cual contribuye –además de la bajada de
salarios– a la paralización y regresión de la economía. Este es el
círculo vicioso del que algunos hemos estado alertando desde hace
tiempo.
¿Por qué se reproducen las crisis en la Eurozona? Las causas políticas
La mayor causa de esta situación es la conversión de la
socialdemocracia europea a los principales pilares ideológicos del
neoliberalismo. Los partidos conservadores y liberales han promovido las
políticas neoliberales como parte de su compromiso y dependencia con el
mundo del capital (las grandes empresas, incluyendo las financieras).
Así pues, las políticas públicas de estos partidos han conseguido lo que
el mundo del capital siempre ha deseado, es decir, el debilitamiento
del mundo del trabajo, consiguiendo así las rebajas salariales, el
debilitamiento de los convenios colectivos, la destrucción de la
protección social y otras medidas que han ido consiguiendo exitosamente
durante estos años de crisis. Su comportamiento ha sido, pues,
predecible.
Pero el gran cambio en el panorama político europeo ha sido el de los
partidos socialdemócratas, que no solo han sido seducidos por los
supuestos méritos de las llamadas “reformas estructurales”, sino que se
han convertido en sus promotores. Estos partidos han aceptado, por
ejemplo, que fueron tales “reformas estructurales”, realizadas por el
gobierno socialdemócrata del Sr. Schröder (las famosas reformas Hartz
realizadas entre los años 2003 y 2005), las responsables de la
recuperación y el gran éxito de la economía alemana. Este argumento es
presentado constantemente por portavoces no solo de partidos
conservadores y liberales, sino también de partidos socialdemócratas
(véanse las recientes declaraciones de Manuel Valls en Francia y Matteo
Renzi en Italia).
¿Dónde está la evidencia de este éxito de las “reformas estructurales”?
He escrito extensamente cuestionando el éxito de las “reformas
estructurales. Es de agradecer que nada menos que el Sr. Wolf admita,
por fin, que de éxito tuvieron muy poco. En realidad, añade Wolf,
empeoraron la situación. Léanse el artículo y lo verán. ¡Por fin se ve
que el rey está desnudo! Como bien señala este autor, la demanda
doméstica, como consecuencia de las reformas estructurales, permaneció
estancada, apenas creció anualmente. Los únicos sectores que se
beneficiaron de la reducción salarial fueron los sectores exportadores,
que vieron su competitividad favorecida por dicha reducción de los
costes salariales, lo cual –como bien señala Wolf– reforzó la
dependencia de la economía alemana del sector exportador y de la demanda
exterior, no doméstica. El estímulo interior, de carácter doméstico,
apenas existió, pues además de la bajada de salarios, la “reformas
estructurales” incluyeron una reducción del gasto público, reduciendo
con ello la demanda, no solo la privada, sino también la pública. Y,
para mayor muestra de fracaso, el Sr. Wolf muestra que la productividad
alemana apenas creció desde que se inició la crisis. ¿Dónde está, pues,
el éxito?
El principal indicador que se muestra como éxito de las “reformas
estructurales” es el bajo desempleo, un 4,9%, dato que ha sido mostrado
miles de veces por los defensores de tales reformas en España (donde el
desempleo es de un 24%) como señal de que estas deben también realizarse
aquí. Como consecuencia de esta creencia, las “reformas estructurales”
se han ido aplicando en España desde el gobierno Zapatero, y el
desempleo no ha disminuido. Todo lo contrario, ha aumentado. Un dato
olvidado en la defensa de estas reformas es que el bajo desempleo de
Alemania tiene poco que ver con ellas, pues se debe al poder de los
sindicatos alemanes, que han impuesto, como solución al desempleo,
compartir y distribuir el tiempo de trabajo, en lugar de eliminar
puestos de trabajo. Lo que las “reformas estructurales” han conseguido,
en cambio, ha sido aumentar la precariedad en el mercado de trabajo
español.
A la luz de estos datos, parece más que sorprendente que los
gobiernos socialdemócratas de Valls y Hollande en Francia, y de Renzi en
Italia, estén todavía enfatizando la necesidad de realizar tales
reformas. Esta sorpresa es incluso mayor, pues podrían desarrollar
políticas públicas alternativas. Añadiendo el PIB de Francia al de
Italia, suman el 37% del PIB de la Eurozona, que es un porcentaje mayor
que el 28% que representa el PIB de Alemania. El peso económico que
tienen es mayor que el alemán. No se entiende, por lo tanto, por qué
ambos gobiernos socialdemócratas se oponen al liderazgo del gobierno
alemán, hoy máximo impulsor de las “reformas estructurales”. La única
explicación posible es que se creen el dogma neoliberal y lo aplican. Y
ahí está la explicación: la socialdemocracia europea, incluida la
española, no ha roto todavía con el neoliberalismo. Y ahí está el
problema que está silenciado en los círculos próximos a la dirección del
PSOE.
En realidad, cuando yo escribí un artículo crítico con la falta de
autocrítica del PSOE durante la última campaña electoral, precisamente
en este punto, el artículo fue vetado en uno de los fórums, la revista Sistema, que se consideran de izquierdas dentro de ese partido.
Incluso el FMI y el BCE admiten que se equivocaron
Dos últimas observaciones. Jack Rasmus, uno de los economistas más interesantes hoy en EEUU, acaba de publicar un artículo en CounterPunch (una
de las revistas progresistas más interesantes de aquel país) titulado
“The Eurozone’s ‘New Austerity Model’” (21.10.14), en el que analiza los
cambios que las reformas estructurales han ido experimentando a lo
largo de la crisis, señalando que el fracaso tan rotundo de tales
políticas está originando un cambio de opinión entre sus promotores (que
van desde el FMI al Banco Central Europeo), de manera que ahora admiten
el desastre de haber enfatizado la austeridad del gasto público,
revirtiendo su postura y aconsejando ahora, incluso, políticas de
estímulo económico a base de inversiones públicas en infraestructuras.
Ahora bien, Jack Rasmus señala, con razón, que este cambio se ha hecho a
costa de intensificar todavía más la necesidad de mantener las reformas
laborales encaminadas a debilitar todavía más al mundo del trabajo, y
todo ello como manera de conseguir una devaluación doméstica (al no
poderse conseguir una devaluación mediante la moneda) y así lograr la
recuperación a través del aumento de las exportaciones, medida que se ha
mostrado intensamente que no resuelve la situación, pues el eje central
de cualquier recuperación es la demanda doméstica, que continúa
estancada, pasando de una progresiva recuperación a otra, sin resolver
el problema. De ahí que sea fácil de ver que ni Valls ni Renzi lograrán
su recuperación. Y si no lo cree, espere y lo verá.[...]»
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Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
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