segunda-feira, 3 de novembro de 2014

La Sociologie De La Muerte: Festival De Todos Los Santos




«En las distintas épocas y culturas se han repetidos distintos mitos acerca de cómo se puede evitar morir y asegurarse una vida eterna. La muerte y la actitud hacia ella han ido cambiando conforme han ido transcurriendo los siglos
Todo el mundo tiene miedo a la muerte, por lo que cuando nos enfrentamos a esa realidad, las personas son capaces de aferrarse a un clavo ardiendo si con eso les aseguran que escaparán de ella.  Es por eso que en las distintas épocas y culturas, se han repetidos distintos mitos acerca de cómo se puede evitar morir y asegurarse una vida eterna, tal y como demuestra el filósofo Stephen Cave, un obsesionado con la inmortalidad.

En primer lugar, se podría hablar del elixir de la vida eterna, ya fuera surgida de una fuente mágica o de los experimentos de los alquimistas. A día de hoy, estas historias nos parecen mera fantasía y no creemos que sean verdad, pero lo cierto es que en la actualidad las hemos rediseñado gracias a la ciencia. Ahora tenemos puesta la esperanza en tratamientos con células madres y en la nanotecnología para conseguir alargar nuestra vida hasta límites antes inimaginados y acabar con enfermedades y diversos males que antes nos aseguraban la muerte.


La resurrección es otra vía de escapatoria al terror que nos produce la muerte: Creemos que tras la muerte, seremos capaz de recobrar la vida y volver  de entre los muertos conservando nuestro cuerpo. Si bien al oír esto lo asociaríamos directamente con el cristianismo y Jesucristo, lo cierto es que esta idea sigue presente en nuestra época, pero en forma de criogenia, es decir, creemos que si tras nuestra muerte congelamos nuestro cuerpo en unas situaciones determinadas, seremos capaz de volver a la vida de nuevo al cabo de los años.


En relación con esto está la continuidad de la vida a través del alma, es decir, que nuestra esencia es capaz de pervivir en un ente incorpóreo. En la actualidad, se está trabajando en el campo de la inteligencia artificial la forma de transmitir nuestra conciencia a robots y otros seres artificiales; de esta forma, seríamos capaces de vivir sucesivas vidas fuera de nuestros cuerpos. 
Por último, nos encontramos con la idea del vivir a través del legado que dejamos sobre la tierra. Esta visión menos mística y, en cierto modo, más egocéntrica, se ha repetido a lo largo de la historia, y aunque ahora la heroicidad que se buscaba en la antigüedad se ha ido mitigando y ha dejado paso a actos más superficiales (como puedan ser la gran cantidad de record Guinness absurdos que se encuentran), la idea es la misma: Obtener un recuerdo inmortal. Así pues, como se observa, da igual la época, o la sociedad en la que se viva, la esperanza de burlar a la muerte de una forma u otra, siempre acompañará al hombre.

La actitud hacia la muerte a lo largo de la Historia.
La muerte y la actitud hacia ella han ido cambiando conforme han ido transcurriendo los siglos. Sin duda alguna, la religión está muy ligada a esta concepción,  ya que una de sus funciones es la de otorgar paz y tranquilidad acerca qué hay después de la vida.

Con el cristianismo, surge la creencia de que Dios sabe el momento exacto de la muerte, por lo que la vida es un mero camino hacia una posible vida eterna junto a Dios (siempre que se haya pasado de forma positiva por el Juicio Final). En la Edad Media y el Renacimiento, debido a las numerosas epidemias y la alta mortalidad en general, la muerte se imprime de un significado moralizador para evitar la tentación del placer en la vida terrenal de los hombres; en este aspecto, destacan los mensajes siguientes:

  - La muerte puede ocurrir a cualquier persona, sea cual sea su edad o condición. En otras palabras, la muerte es igualadora

  - La belleza física es algo terrenal que desaparece con la muerte
  - El Juicio Final premiará o castigará los actos realizados en vida. En este punto, cobran importancia las acciones de buen cristiano para ganarse el cielo.



Esta situación se mantuvo sin demasiados cambios hasta el s. XIX, cuando el Romanticismo introdujo la exaltación del duelo por la pérdida del ser querido y el culto y las representaciones de sufrimiento en los cementerios se popularizan. Aquí también comienza el tabú de la muerte: No se habla abiertamente de ella y, a pesar de significar un reencuentro con los seres queridos, también era un lugar demasiado horrible como para pensar en él y tenerlo presente de continuo.

Durante el s. XX, se ha producido una evolución importante en la forma de entender la muerte, desde el respeto y la consideración a nuevos significados de la muerte (como la posibilidad de una muerte digna con la eutanasia, por lo que ya no sería algo que ocurriese de imprevisto). En España, por ejemplo,  hasta hace relativamente poco, seguía manteniéndose la tradición de preparar los cuerpos de los fallecidos por las mujeres de su familia y velarles en sus casas; además de que el luto ha sido muy respetado, sobre todo entre las mujeres, como forma de transmitir su pérdida a la sociedad. El hecho de que España haya sido un país con fuertes raíces religiosas ha permitido que estas prácticas y estos sentimientos acerca de la muerte hayan perdurado hasta casi la actualidad.

La concepción de la muerte en la sociedad actual.

Durante las últimas décadas, la sociedad ha cambiado su percepción de la muerte, así como la forma que se tiene de aceptar un hecho natural por el que todos pasaremos. 


Prepararse para morir era un acto fundamental en la vida de una persona de hace décadas; su dignidad dependía de la grandeza con que llevara a cabo ese último acto de despedida. Actualmente hemos pasado de una muerte familiar a una muerte escondida, ocultada. Al enfermo casi siempre se le oculta la gravedad de su enfermedad, se le sobreprotege.

Antes las personas morían en casa, con su familia, incluidos los niños, amigos y vecinos. Fallecer era un hecho que se asumía desde la infancia y el cual estaba muy presente, se presenciaba la muerte de los familiares más cercanos, conocían la existencia de este acto y también la forma en que cada uno se preparaba para morir, y así afrontar la despedida y el dolor. Pero a día de hoy las cosas son distintas. La mayoría de la población no quiere pasar el tramo de la vida a la muerte sufriendo, a toda costa pretende evitarlo, fallecer sin dolor es una prioridad, y hacerlo en casa rodeado de la familia. Sin embargo, la mayor parte muere en un hospital, pero totalmente inconscientes, lo que evita ese sufrimiento del que se huye.

La sociedad de hoy pone todo su énfasis en los aspectos vitales de la vida, en la juventud. La vejez y la muerte pasan a un segundo plano. La actitud social ante la muerte es de rechazo y ocultación, convirtiéndose en un acto sanitario, controlado por los hospitales y por las funerarias. Ya nadie se prepara para afrontarla, ni está tan presente en la vida cotidiana como antaño. 

El cambio de hábitos también se nota en las empresas de servicios funerarios, porque hoy no se demanda el mismo entierro para un familiar que hace diez años. Cualquier pueblo que pase de 500 a 1.000 habitantes tiene su propio tanatorio, ya no se quiere tener el cadáver en casa. La necesidad de recibir a la familia, amigos y vecinos en un lugar ajeno e impersonal ha hecho que las empresas funerarias oferten todo tipo de servicios, desde música, catering en las salas, hasta un sistema de mensajes para enviar las condolencias personalizadas a los familiares sin la necesidad de acudir al velatorio. 

El luto es otro de los temas que ha ido transformándose a lo largo del tiempo, hoy es considero como una costumbre obsoleta, con sus raíces en el medio tradicional, los funerales son breves y la cremación cada vez más frecuente. Ya no existe el período de tiempo de velar al fallecido tal y como se entendía antes, ahora es un proceso por el que todos los afectados quieren pasar de la forma más rápida posible, para poder continuar con sus vidas, sin eximirles de dolor, por supuesto, de la pérdida de alguien cercano que les seguirá acompañando.

Por otro lado, cada año hay menos afluencia a los cementerios el 1 de noviembre. La numerosa cantidad de cremaciones y de custodias familiares son los motivos por los que han disminuido considerablemente las visitas a los camposantos.No hay nada más universal que el hecho de morir, la muerte linda con la vida y es consecuencia de ella. Sin embargo, como reconoce la psicóloga Cristina Coca, “la muerte es el mayor tabú, más incluso que el sexo”. Como se ha dicho, la muerte antes era algo visible, social, pero se ha convertido en una muerte fría, de ciudad, donde se lleva al moribundo al hospital donde se le ve menos. Ahora se les enseña a los niños que la muerte es algo que debe ocultarse. Dejar de existir es un suceso en el que no se quiere pensar, la sociedad ha mirado hacia otro lado, cuesta asumirla y aceptarla. La muerte siempre es la muerte de otro, no se reflexiona en torno a ella por no enfrentarse al vacío y la soledad. Incluso ilustres del pasado no encontraron otra vía de escape que la rabia y la impotencia, Miguel de Unamuno escribió: “Con razón o contra ella, no me da la gana de morirme. Y cuando al fin me muera, no me habré muerto yo, sino que me habrá matado el destino humano. Yo no dimito de la vida; se me destruirá de ella”.

A pesar del ambiente de negación y rechazo que se ha creado alrededor de la muerte, está surgiendo una creciente concienciación sobre el tema y cada vez es mayor el número de personas que advierte que el enfoque que tenemos es equivocado, y no necesariamente tiene que estar ahogada por la angustia, se puede morir en paz de acuerdo a las creencias de cada uno.


Redacción, Sociologia Política

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